martes, 25 de mayo de 2010

LA ESCARAPELA ALUCINADA

Doscientos años después, un país fracturado en dos: cerca del obelisco, el homenaje al cine y el simulacro de la cultura pop-ular ante un pueblo-público que confunde participación con la experiencia vicaria de mirar la pantalla y escuchar las voces de la radio y la TV; a pocas cuadras el Colón, con invitados especiales seleccionados a dedo y un derroche de caras plastificadas al uso nostro. Se preparan para asistir desde el interior burgués a un espectáculo que denuncia su condición de pura fachada culturosa a los que lo miran de afuera. Como siempre en la cocina del poder, están los que deciden a quién le toca el plato de autor o la olla popular, de todos modos no importa, los comensales de uno y otro ágape serán pocos.

martes, 11 de mayo de 2010


El espejo

Digamos que yo no soy yo. Por un decir, que me convierto en otra, o en otro, no importa eso demasiado. Supongamos que entonces me decido a vivir otra vida y esto es posible de una manera radical. Otro nombre, otros rasgos físicos, otra historia. Se trata de darme lo no previsible en esta vida que llevo, no lo posible, eso sería demasiado anodino, gris. Pienso en la adrenalina del despedazamiento, en la plétora del sacrificio ritual: dejar de ser para ser.

Lo ideal sería poner la mirada en una tercera persona, que saliera y entrara en ella: en esa desconocida en la que me convertiría. Poder contar sus pensamientos y sus deseos no sabidos, pero hasta ahí. No quiero la imprudencia autoritaria de que crea saber más que ella. Y si pienso en ella más que en él es porque me parece que será más fácil penetrar esa intimidad inexistente que es necesaria en un relato, imaginar qué quiere o qué no se atreve. En cuanto a los otros que necesariamente irán apareciendo, los imagino sin necesidad, por puro azar. Así es la vida, en eso voy a ser fiel a la realidad. Me gustan sus imprevistos y sus desprolijidades. Por ejemplo ... ese día ella está como incómoda en sí misma. Va y viene por la casa sin saber muy bien en qué poner esas energías que, si se se vuelcan hacia adentro, la van a hacer volver a la cama, intentar dormir y no pensar en nada.

Se sienta entonces frente a la PC y busca infructuosamente una señal. Entra y sale de su correo, como esperando algo que (ya sabe) no va a pasar. No es que espere un mensaje en especial, espera algo, una dirección que le indique por dónde continuar. Decide escribir y escribe ... ayer salí muy temprano. Me perdí en la ciudad, me sentí como extrañada en el mundo familiar y cotidiano, volví a mi casa sin mí.